viernes, 24 de abril de 2015

Breve. ¿Qué tiene el ciclismo de larga distancia?

After a long day on my bicycle, I feel refreshed, cleansed, purified. I feel that I have established contact with my environment and that I am at peace. On days like that I am permeated with a profound gratitude for my bicycle. Even if I did not enjoy riding, I would still do it for my peace of mind. What a wonderful tonic to be exposed to bright sunshine, drenching rain, choking dust, dripping fog, rigid air, punishing winds! I will never forget the day I climbed the Puy Mary. There were two of us on a fine day in May. We started in the sunshine and stripped to the waist. Halfway, clouds enveloped us and the temperature tumbled. Gradually it got colder and wetter, but we did not notice it. In fact, it heightened our pleasure. We did not bother to put on our jackets or our capes, and we arrived at the little hotel at the top with rivulets of rain and sweat running down our sides. I tingled from top to bottom.


Texto de Paul de Vivie, más conocido como "Velocio". Fue el precursor del cicloturismo e inventó los cambios. Murió atropellado por un tranvía en 1930, a la edad de 77 años.

TRADUCCIÓN:
Después de un largo día en mi bicicleta, me siento renovado, limpio, purificado. Siento que he establecido contacto con mi entorno y que estoy en paz. En días como esos me impregno de una profunda gratitud a mi bicicleta. Aunque no me gustara montar, lo haría por mi paz mental. Qué maravilloso tónico es exponerse a la luz del sol brillante, empapando de lluvia, polvo asfixiante, humedad de la niebla, aire denso, vientos castigadores! Nunca olvidaré el día que subí el Puy Mary. Fuimos dos de nosotros, en un agradable día de Mayo. Empezamos al sol y con el torso desnudo. A mitad de camino, las nubes nos envolvieron y la temperatura se desplomó. Poco a poco el ambiente se hizo más frío y más húmedo, pero no lo notábamos. En realidad se intensificó nuestro placer. No nos molestamos en ponernos las chaquetas o chubasqueros y llegamos al pequeño hotel de la cima con riachuelos de lluvia y sudor corriendo por nuestra piel. Me estremecí de arriba a abajo.

lunes, 13 de abril de 2015

Cuando el esfuerzo llega casi a sufrimiento - Crónica de la brevet de 300 km en Algete - 11 de Abril de 2015

El sábado 11 de Abril se celebró una de las dos brevets de 300 km convocadas por el GDC Pueblo Nuevo para la temporada 2015. El Pakefte no faltó a la cita, representado por gente de todos los niveles. En cabeza, Roberto y su reclinada (a quien algunos testigos presenciales confundieron con un avión en vuelo rasante al pasar por la remozada carretera camino de Sigüenza). Cerrando el grupo, quien redacta este escrito, José Antonio Jiménez, escoltado por Eduardo Soler, de Ciclocubín, junto con otros compañeros, Agustín y David. En el tramo desde Fuencemillán hasta Atienza estuvimos acompañados por Juan, un invitado de lujo.

Y es que para mí la prueba empezó con bastantes incertidumbres, debido a las molestias causadas por un virus estomacal que me atacó el viernes, dejándome sin poder comer en todo el día y con una debilidad notable.

A pesar de todo quería intentar hacer la brevet a ritmo "vivo", como me había propuesto originalmente, es decir, entre 23 y 24 km/h de velocidad media, y arranqué la brevet con la intención de mantenerme en un grupo que me pareció adecuado, en el que destacaba la presencia de José María Benayas y la pareja de propietarios de la tienda Ciclowork, Andrés y Susana. Agustín y Eduardo se integraron perfectamente, pero David no empezó muy bien y se quedó atrás.


Cuando llegaron las primeras rampas, en la zona de Valdenuño, el sol ya iluminaba los campos, que lucían el esplendor de la primavera. Ahí empecé a constatar que mi estado físico no era el óptimo para afrontar un reto como los 300 km, pero decidí seguir con el plan previsto y conté para ello con la inestimable colaboración de Agustín. La idea era hacer paradas cortas y eficaces, tratando de comer en ruta puesto que llevábamos suficientes provisiones. En Fuencemillán se unió a nosotros Juan, quien nos acompañó hasta un poco más allá de Atienza. En el control de Jadraque decidimos no parar a comer en el restaurante (porque Agustín y yo llevábamos comida suficiente), pero Eduardo sí necesitaba una parada más larga y se quedó desayunando con el grupo de Benayas. Como iba sobrado de fuerzas sabíamos que podíamos salir por delante, y él nos recuperaría el terreno. Justo antes de llegar a Atienza nos alcanzó el grupo con Eduardo, y la historia se repitió. Volvimos a salir de Atienza antes que ellos, tomando el camino de Sigüenza. Pero las cosas se estaban empezando a torcer. Mis piernas ya no respondían y no era capaz de adaptarme a ningún grupo. Rodaba a mi ritmo (muy lento) y me parecía que el viento soplaba todo el tiempo en contra (en realidad daba lateralmente). Eduardo y su grupo nos alcanzaron a unos diez kilómetros de Sigüenza. El grupo siguió hacia delante, pero Eduardo se quedó con nosotros. Juan pinchó sin que nos diéramos cuenta, y nos mandó un mensaje, pero no pudimos verlo hasta un rato después. Pensábamos que nos iba a alcanzar, pero no fue así porque sufrió un segundo pinchazo y decidió regresar a casa.


Mis recuerdos del tramo entre Sigüenza y Masegoso son vagos, porque mi mente estaba concentrada en mantener un ritmo digno y optimizar el pedaleo contra el viento. En esta zona el punto más relevante es la subida desde el río Dulce hasta la vía de servicio de la A-2, un tramo que realicé despacio, mientras Agustín y Eduardo se me iban perdiendo en la distancia. Justo al pasar el cruce de Mirabueno fui sobrepasado por varios grupos, uno de ellos con Manolo Morente y Bea, mis compañeros de la brevet de 1000 km del pasado año. También me adelantó David, que se había recuperado de su bajón inicial. Seguía sintiendo cansancio, dolor de estómago y un pinchazo preocupante en la rótula derecha.

En el control de Masegoso de Tajuña viví la experiencia más agradable de la jornada. Cuando me acercaba a mi bicicleta para reanudar la marcha me abordó un joven ciclista diciéndome "¡Es curioso conocerte en persona!". Creo que se llamaba Miguel, aunque yo no estaba en las mejores condiciones mentales para recordarlo. Me dijo que llevaba tiempo siguiendo mi blog y el del Pakefte, y que en buena medida se había aficionado al ciclismo randonneur por nuestras crónicas. Fue todo un detalle y un pequeño subidón moral para mí saber que estas pequeñas batallitas le hayan podido interesar alguna vez a alguien. Miguel se había integrado en un grupo bastante fuerte, el del CC Chamartín, con José Manuel Andrey, y se le veía muy bien, especialmente teniendo en cuenta que era su primer 300. Me hizo notar que, en su opinión, estábamos llevando un ritmo bastante alto en esta brevet... lo cual era evidentemente cierto. A pesar de que mi estado no era nada bueno, seguíamos manteniendo una media de casi 24 km/h en ese punto, y el total de tiempo acumulado en paradas, registrado en mi GPS, no llegaba a una hora. Estábamos en el kilómetro 187, a falta de 113 para meta.


En Masegoso enfilábamos el valle del Tajuña, el momento más esperado de la jornada, porque la pendiente va siendo favorable durante más de 50 kilómetros, y porque esperábamos que el viento fuera favorable, ya que se suponía que iba a soplar del Este durante todo el día. Nada más salir del control nos dimos cuenta de que algo no cuadraba. Rodábamos a buen ritmo pero no notábamos el supuesto viento favorable, sino más bien algunas rachas laterales de dirección variable. Conseguimos formar un grupo con ciclistas que íbamos recogiendo por el camino, en un pelotón bien guiado por Agustín y Eduardo. Más o menos a la mitad del valle, a la altura de la mística sede de los Hare Krishna, el viento roló definitivamente y se puso a soplar con fuerza... del Suroeste... es decir, en contra, frenando nuestro avance ostensiblemente. En ese punto me quedé solo con David, pero no era capaz de seguir ninguna rueda, así que tiré de oficio y decidí seguir a mi ritmo, con paciencia y tratando de olvidarme del viento. En la gráfica de perfil y velocidad se percibe claramente el bajón que sufrí desde entre el kilómetro 225 y 250 aproximadamente, un bajón del que ya no me recuperaría hasta la meta.

De esta forma el famoso valle del Tajuña volvió a cumplir una vez más uno de los mitos de las brevets, y es que el viento siempre sopla en contra, independientemente de las previsiones meteorológicas. Sólo recuerdo haber pasado por ahí con viento a favor en una brevet de 300 en el año 2010, y sin viento en la brevet de 1000 km de 2014. Ninguna vez más.

Tras subir penosamente el puerto del Pozo de Guadalajara nos tomamos un pequeño descanso para reponer fuerzas y pasar juntos por las complicadas rotondas y autovías de Alcalá de Henares. David se marchó por delante, y volvimos a quedarnos los tres ciclistas que hicimos casi toda la jornada juntos. Así llegamos a Algete poco después de las 20 h, como puede verse en la pantalla de mi GPS. Sin embargo, la persona encargada de recepcionarnos en el polideportivo de Algete marcó en mi carnet de ruta las 21:21 h. Creo que fue un error, que no tiene mayor importancia, puesto que el límite oficial permitía llegar hasta las 2 de la madrugada, pero no me di cuenta en el momento.


Allí nos encontramos con David, que acababa de llegar, y con Raúl, un compañero de su club que había venido muy fuerte y se había ido por delante casi desde el principio de la prueba.

Y, a pesar de todo, conseguí cumplir con el objetivo inicial de mantener una velocidad media superior a 23,1 km/h en movimiento, o algo más de 21 km/h si se suma el tiempo en paradas. No era tan mal resultado. Fue el momento de descansar definitivamente, tras una de las brevets más sufridas que he realizado. Yo siempre digo que no me he metido a ciclista para sufrir. Creo que la palabra "sufrimiento" no es la más apropiada porque tiene connotaciones negativas. En todo caso, me gusta más la palabra "esfuerzo", es decir, hay que pasar por situaciones en las que hay que dar algo más de uno mismo y trabajar para conseguir algo, pero la satisfacción y el disfrute por el premio conseguido es superior a las malas sensaciones vividas en algún momento. Y si las cosas se tuercen, hay que sacar el sentido positivo que tienen, como experiencia acumulada y convivencia con los compañeros. En este caso la brevet me ha servido para conseguir la homologación en esta distancia esta temporada, un requisito imprescindible para poder aspirar a la París-Brest-París, y sobre todo para experimentar un punto de vista diferente. Normalmente, en otras brevets soy yo quien tira del grupo y ayuda a quienes no van muy bien. Pero en este caso he jugado el partido desde atrás, siendo yo el que tiene que agradecer, y mucho, la ayuda de buenos compañeros como Agustín, Eduardo, Juan (con su compañía improvisada durante un tramo) y David. Muchas gracias al Pakefte.


Epílogo.
Escribo estas líneas en la noche del domingo, todavía con pequeños síntomas del virus estomacal que me atacó, y con un dolor intenso en la rótula derecha, que me hace cojear al caminar. La próxima distancia oficial será alguno de los 400, probablemente el próximo mes.