El fin de la temporada ciclista viene a darse entre los meses de Agosto y Septiembre. Después suele venir un pequeño descanso durante el mes de Octubre, en el que no dejo de salir en bici, pero en estos meses hago rutas más tranquilas, cortas y quizá divertidas. Como cada fin de temporada, me gusta recordar lo que he hecho durante el año y reflexionar un poco sobre mis objetivos, logros y pequeños fracasos (que siempre son oportunidades para el aprendizaje y la mejora).
Alguien me dijo hace poco, en referencia al ciclismo de larga distancia, que le sorprendía ver cómo aquellos que somos capaces de completar extenuantes brevets no somos super deportistas, sino más bien personas normalitas, sin un físico privilegiado, y en general por encima de los 40 años. El año pasado plasmé mis impresiones y mi filosofía en el post "Yo no he venido aquí a sufrir", que escribí después de conseguir completar mi mayor experiencia hasta el momento, la Londres-Edimburgo-Londres, con 900 millas en 115 horas. Allí compartí ruta con gentes diversas de todo el mundo, y por lo general nada parecidas al estereotipo de deportista sobrehumano que muchos ven en el ciclista.
Efectivamente, cumplo el canon, tengo más de 40 -pronto cumplo 44 para ser exactos- y no soy ningún portento físico. Si acaso,
el músculo que sí tengo muy desarrollado, perdón por la inmodestia, es
el cerebro. No porque sea más inteligente que nadie, sino porque tengo
gran capacidad de organización y de perseverancia, y esas dos cosas son
bastante importantes para el ciclismo de larga distancia (que llamamos
"randonneur" o a veces simplemente "rando"). En este mundillo he encontrado gente muy interesante, personas de las que estoy
aprendiendo mucho y experiencias que sirven para fortalecerse en otros
aspectos de la vida. No sé si es casualidad que muchos de mis compañeros de ruta en las brevets sean ingenieros, profesores,
informáticos, médicos e incluso jefes de nivel medio o alto en sus
empresas. Tenemos interesantes conversaciones en ruta, ya que el
ritmo de la marcha en estas pruebas es muy propicio para mantener largas tertulias.
El año pasado leí un artículo donde se hablaba del ciclismo como el nuevo golf, en el sentido de que es un deporte de moda entre ejecutivos, que
encuentran una vía de escape, de reflexión e incluso de relaciones
sociales. Alguien me narró la escena de un ejecutivo tratando de dormir unos minutos
acurrucado bajo una mesa en un control de la París Brest París. El ex
lehendakari vasco Ibarretxe fue asiduo a las brevets, participó en la
PBP 2011 y supongo que seguirá en el mundillo.
En estas pruebas no hay clasificaciones, ni tensiones
típicas de carreras o de marchas, ni críticas a la organización porque
ya sabes que no te ponen nada, dependes de ti mismo y esa es la gracia
del asunto.
Para mí una brevet es una aventura que te aísla del mundo
durante unas horas o días, como un "camino de Santiago" un poco a lo
bestia, pero similar en la parte que tiene de aventura, organización y
conocimiento del mundo. Me encanta atravesar ciudades, valles,
provincias... Los ríos siempre son puntos cruciales. No sé si se puede
llamar "turismo" pero desde luego es una vivencia muy especial. En fin,
he encontrado una forma magnífica para encontrarme bien físicamente sin
llegar a la agonía que muchos describen, y siempre me tomo estas
pruebas de manera festiva, como eventos que hay que saborear y
disfrutar, incluso a veces superando situaciones duras, físicamente,
por avería o por las condiciones meteorológicas.
Pero yo siempre trato
de encontrar la parte más agradable y me quedo con la camaradería, con
los paisajes, con esa parte de felicidad que nos transmite la bicicleta
desde que, siendo pequeños, nos dimos cuenta de que este sencillo
artefacto nos permitía superar los límites del horizonte conocido para
encontrar otros nuevos, y así hasta el infinito.

Pero siempre, siempre, disfrutando. La parte del
sufrimiento que se quede en el tintero.