La primera brevet de la temporada es el reencuentro con la estimulante  sensación del "directo", el recuerdo de lo que fueron temporadas pasadas  y el volver a sentirse ciclista, en la modalidad que más me apasiona en  estos últimos tiempos, que es la larga distancia. Haber finalizado  otras brevets en el pasado no es un punto despreciable, pues te da la  confianza para saber que no se trata de un sueño irrealizable, que el  reto es factible y que el único límite está en tu cabeza, o a lo sumo,  en la suerte, ya que nunca estamos exentos de alguna avería o lesión que  nos impida completar nuestro objetivo. En condiciones normales,  sé que puedo hacerlo, pero no conviene menospreciar el reto si no quiero fracasar.
En esta ocasión, con menos entrenamiento del que llevaba el año pasado a  estas alturas, se presenta la dificultad añadida de tener que estar en  casa pronto, a causa de ciertos compromisos familiares. Salimos a las 8  h. Si quiero cumplir, debo llegar a casa antes de las 18 h. Tengo 10  horas para hacer los 200 kms, sellar en los controles, llegar a meta y  desplazarme a casa. Pensando en un tiempo total de paradas en torno a  una hora, tendré que hacer un promedio de 25 km/h. A estas alturas de la  temporada tampoco está mal. Como las dificultades nunca vienen solas,  una buena borrasca se ha situado en el centro de la península y está  previsto que llueva durante todo el día. ¡Mierda!
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| Algunos miembros del selecto Pakefte (http://pakefte.blogspot.com) | 
En la salida hay unos 60 locos como yo. Parece mentira, lo masoquista  que es la gente. Saludo brevemente a Benayas, uno de los habituales en  estas pruebas, y a mis dos viejos compañeros del club Hortaleza, Paulino  y Antonino, que casualmente han decidido participar en esto. Paulino dice que si va a llover todo el día ya no le apetece venir. Pero  hombre, si estuvimos juntos en aquella marcha de los Lagos 2007, en que no dejó de llover. ¡Vamos, Paulino! Y él, que no, que no se sube a  la bici para sufrir. Se vuelve a casa.
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| Antes de salir. Foto de José Manuel Guillamón | 
Salgo con serias dudas sobre el ritmo a seguir. Roberto y Eduardo, con  sus bicis reclinadas, tienen la intención de hacer la ruta rápida, con  el mismo plan que yo, pero no veo a nadie más en el Pakefte dispuesto a  ello. No sé si son una compañía adecuada, ya que las bicicletas bajas no  me taparán el viento, y en llano ruedan más que yo. Pero si me quedo  con el grupo es seguro que no llegaré a tiempo. Tengo un plan  alternativo, he mirado los horarios de los trenes que pueden tomarse en  Aranjuez, San Martín o Ciempozuelos, y que en una hora pueden ponerme de  vuelta en la capital. También podría tomar el metro en Arganda. Pero la  retirada tendría un sabor amargo. Me apetece hacer la ruta completa.  Poco antes de la salida comienza a llover débilmente. Parece que hoy no  nos quitaremos el chubasquero.
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| En ruta. Foto de José Manuel Guillamón | 
De repente los de atrás se paran. Buje se percata y se detiene también.  Al sentirme solo miro hacia atrás y veo que Buje se queda a esperarlos,  pero parece que los del Pakefte no arrancan. Es el momento de la  decisión. Si los espero, no llegaré a tiempo. Es el destino, está visto  que hoy me toca cabalgada en solitario. Miro hacia delante y pongo el  plato grande. Ya no los veré hasta dentro de varios fines de semana.  Lástima que, con tanto tiempo perdido, es imposible alcanzar a Roberto y  Eduardo. La lluvia arrecia y yo pedaleo solo. Aunque no estoy sobrado  de forma, puedo mantener un ritmo vivo. El terreno es favorable. Procuro  rodar rápido y al mismo tiempo guardar fuerzas. Hace un tiempo leí algo  de psicología para ciclistas. Lo más importante es creer en uno mismo  para ser capaz de alcanzar el reto. En los momentos de debilidad no hay  que cebarse en pensamientos negativos. Hay que positivizarlos (o  "positivarlos", no sé... esta palabra me recuerda mis tiempos de  aprendizaje de fotografía, cuando había que revelar los rollos y  "positivar" las "diapos", pufff, qué mayor me estoy haciendo...). En  esas estoy cuando paso bajo un puente y me doy cuenta de que ahí no  llueve, pero al salir de él vuelvo a mojarme. Normal. Ni me estaba dando  cuenta de que llovía, pero al abandonar la cubierta protectora del  puente para salir de nuevo a la intemperie, la lluvia molesta más. Sé  que no viene al caso, pero a estas horas precisamente, mientras nosotros  luchamos contra la inofensiva lluvia y contra nosotros mismos en la  brevet madrileña, miles de personas están rebelándose contra gobiernos  opresores en varios países no muy lejanos. Los recientes sucesos de  Egipto, Túnel, Libia y otros países me conmueven. Al dejar el puente  protector y sentirme de nuevo indefenso ante la lluvia no puedo evitar  pensar en un paralelismo... qué pasaría si a nuestra sociedad acomodada  le quitaran el "puente" de la democracia... cómo nos defenderíamos de la  intemperie... un escalofrío recorre mi cuerpo y sigo pedaleando. Le doy  demasiado al coco. Voy a concentrarme en el velocímetro... 35 km/h...  voy bien.
Ah, sí, lo de "positivizar". Es que esto de pedalear en solitario sólo  lleva a divagaciones sin sentido. Llevo 25 kms, me quedan 175 y la  previsión meteorológica no puede ser peor. Pero hay que pensar otras  cosas. Afortunadamente, no llueve mucho. Realmente, si no le presto  atención, la lluvia casi pasa desapercibida. Podría ser peor. Podría  hacer frío. Lo bueno de la lluvia es que suaviza la temperatura, y es el  primer día del año que siento los dedos de los pies. Húmedos, pero los  siento. Y los de las manos. El primer día que no se me quedan congelados  a pesar de los guantes. El primer día de la temporada que no tengo que  pasar ese doloroso suplicio del "despertar" de los dedos congelados,  cuando sale el sol y calienta lo justo para que las venas vuelvan a  permitir un mínimo flujo de sangre... Hoy no tengo esa sensación. Mis  dedos no han perdido sensibilidad. Pienso... "se acerca la primavera,  esto es vida!!!". Mi mujer tenía razón. Estoy loco. Debo de estar loco  por estar disfrutando así, yo solo, surcando el valle del Jarama con mi  frágil bicicleta... ¿frágil?... noooo.... ahora la veo inmensa, potente,  poderosa, me imagino en el centro de una secuencia de cine, una cámara  sobrevolando en círculos alrededor de mí, y yo devorando kilómetros....   Pedaleo con vigor, y al fondo me parece ver un destello parpadeante  rojo. Parecen luces de bicicletas. Efectivamente. Son las reclinadas de  Roberto y Eduardo. Voy a alcanzarlos. Es lo mejor que me puede pasar.  Sin embargo, ellos no son mancos precisamente. Pasamos una zona de  toboganes, en las subidas voy recortando la distancia pero en las  bajadas vuelven a despegarse. Tardo más de cinco kilómetros en acercarme  lo suficiente para que me vean. Voy a 180 pulsaciones. Tendré que parar  si no quiero agotarme... pero ya parece que aflojan. Me han visto. Me  esperan... Qué alegría. Se acaba la divagación sin sentido y comienza la  brevet. Llevamos casi 40 kilómetros de ruta.
Estamos llegando a Aranjuez. El río Jarama desemboca en el Tajo, es  impresionante, pero el día no está para sacar la cámara de fotos. Me  estoy mojando mucho. Menos mal que tuve la precaución de forrar mi casco  con film transparente. Al menos la cabeza está a salvo de la lluvia. No  debe de quedar muy estético, pero es mejor que tener chorreones de agua  por la frente. Nos alcanza un grupo numeroso con el que pedaleamos unos  kilómetros, pero yo siento hambre y le pido a Roberto que paremos en  Aranjuez. A él le parece bien, y Eduardo tampoco tienen ninguna pega.  Nos damos cuenta de que ya no llueve tanto, pero en grupo te mojas más,  porque te calan las ruedas de los que van delante. Comemos y seguimos.  Pasamos por una tienda de bicis y Roberto me aconseja comprar una  cámara. Buena idea. El dueño de la tienda sabe de qué va esto. Tiene una  medalla de alguna brevet colgada en la pared y me da ánimos con algún  comentario. Me ahorra el esfuerzo de quitarme los guantes empapados y me  pone la cámara y la bolsa con mi dinero directamente en el bolsillo de  mi maillot. ¡¡¡Gracias!!!
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| Mis fantásticos compañeros de escapada, Roberto y Eduardo | 
Ahora no llueve casi nada. La subida desde Aranjuez hasta Ciruelos me  pareció más dura el año pasado. La hago con un chaval de Aranjuez que me  cuenta que sólo lleva tres años cogiendo la bici, el año pasado hizo  nueve horas en la Quebrantahuesos y este año va a intentar la medalla de  oro, con siete horas y media. Y yo, orgulloso de mi plata obtenida en 2007 con algo más de 9 ho. Dios mío, no somos nadie.
En Huerta de Valdecarábanos, el punto más alejado de Madrid, realizamos  el primer control. Nos cruzamos con Benayas, que ya sale del pueblo.  Madre mía, ¡qué fuerte está! Y nos tomamos un café rápido, porque no es  cosa de detenerse demasiado, que el tiempo apremia, aunque en realidad  vamos bien. Apenas llueve y afrontamos el tramo más bonito de la ruta,  la subida a Cabañas de Yepes. En este momento Eduardo se está quedando  un poco atrás, parece que da algún síntoma de debilidad. Al mirar atrás  lo veo pedalear sobre su reclinada, y justo detrás de él, un horizonte  de colinas peladas con matorrales bajos, pero de intenso color verde  mezclado con el marrón pálido de la tierra. Por encima, los infinitos  tonos grisáceos del cielo en el día de hoy. Una estampa verdaderamente  fantástica. Lástima no tener una cámara de fotos implantada directamente  en la retina. La de fotos que no me perdería.
Lo bueno dura poco. Volvemos a la civilización y pasamos por Ocaña. La  gente, como siempre, se vuelve para admirar los prodigios mecánicos que  me acompañan. Soy completamente invisible para la gente, que no ha visto  una bici reclinada en su vida. ¡¡Y mucho menos, dos juntas!!. Estamos  llegando a Villarrubia de Santiago, donde se encuentra el segundo  control. Estamos a punto de subirnos al autobús del viento en popa. En  el horizonte algunas banderas ondean prometedoras y los aerogeneradores  giran con fuerza. Muy buena noticia.
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| Aspecto patético, a mal tiempo buena cara. | 
En Villarrubia doy cuenta de mi plato de pasta. Es un poco tarde, no  creo que me sirva para nada, sólo quedan 80 kilómetros, pero bueno, ya  que lo he traído para estrenar el transportín, habrá que comérselo en  algún momento. Llegan varios ciclistas, entre ellos Jorge, un antiguo  compañero del Hortaleza, veterano y potentísimo, ha llegado a ganar  alguna carrera internacional de veteranos. Dice que han tenido un  percance con un sillín roto y no sé cuántas cosas más. Espero que tengan  mejor día.
El descenso al Tajo también es super corto. No puede ser, lo recordaba  más largo, y sin embargo, la subida de la ladera contraria es eterna.  Vuelve a llover ligeramente. Roberto se va hacia delante. Eduardo y yo  nos quedamos un poco atrás. El va mejor que antes y yo me estoy quedando  sin fuelle. Son casi trescientos metros de subida en vertical. Al  coronar, Roberto está esperando tranquilamente en el arcén y nos sonríe  dándonos ánimos. Dice que ya está casi superado, que el terreno es  favorable y tal... pero yo no termino de ver las bajadas por ningún  sitio. Todo son toboganes y falsos llanos. Estoy empezando a sufrir.  Pasamos Colmenar de Oreja y Chinchón bajo una suave lluvia, que a ratos  se hace más intensa. Doy síntomas de debilidad. Es la primera ocasión de  la temporada en que hago más de 130 kilómetros. Antes de llegar a  Ciempozuelos ya voy haciendo la goma claramente. Debí haber comido algo  de energía más rápida, un gel o algo...
En algún punto de esta carretera adelantamos a Jorge, que está parado  junto a su compañero, con otra avería mecánica. Tienen el día negro.
La entrada a San Martín es penosa, voy arrastrándome en bici, dejándome  llevar... y todavía quedan más de cuarenta kilómetros, con la subida  final hasta Vicálvaro. Vamos bien de tiempo. Creo que tengo que  recuperar energías. Entramos a un bar donde nos sellan los carnets. Me  tomo un refresco, un trozo de bocadillo de tortilla compartido con  Roberto, barrita y un gel (mis compañeros lo llaman "vomitona", pero me  da cosa decirlo). Quizá es demasiado, pero es que tenía el estómago  vacío. A nuestro lado en la barra del bar hay un señor de aspecto  normal, que empieza a entablar conversación con nosotros. Bueno, más que  conversación, monólogo. Articula bien las palabras, pero sus frases no  tienen sentido, empieza a hacer una disertación inconexa sobre no se qué  mezcla de política, religión y otras materias. La camarera se parte de  risa ante mi cara de estupor. De repente el personaje se dirige a  Roberto y le dice algo así como "Tú eres el capitán del equipo,  ¿verdad?", en un momento de lucidez antológico. Efectivamente, en medio  de la confusión, si algo está claro, es que Roberto es el capitán.
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| Camino de vuelta. Foto de José Manuel Guillamón | 
| Punto final. Prueba superada. | 
Mi GPS lleva programada la ruta para hacerla en el tiempo que tenía  previsto. Esta función se llama "compañero virtual" y permite saber en  todo momento si estamos cumpliendo con la previsión o no. Lo consulto y  me dice que llevamos 200 metros de adelanto. ¡¡Roberto, vamos a darnos  prisa, que podemos ganarle al GPS!! Aceleramos un poco, pero yo vuelvo a  quedarme a cierta distancia. En una de las últimas bifurcaciones,  Roberto se va a la izquierda... ¡¡Roberto, que no es por ahí, que es por  la derecha!! pero no tengo fuerzas para gritar y tampoco estoy muy  seguro del camino porque no conozco muy bien este barrio. Hemos tomado  el mismo camino de la salida. Tras subir unos 500 metros nos damos  cuenta de que esa ruta es dirección prohibida, no tiene salida.   ¡¡Joder, joder, que nos gana el compañero virtual!!  No puede ser, hay  que girar a la derecha pero un enorme muro lo impide. Tenemos que dar un  rodeo...  
Empieza a arreciar la lluvia y nos internamos en el barrio de  Vicálvaro por una serie de calles viejas y empedradas. No tenemos ni  idea. Mi GPS hace la señal sonora indicando que el compañero virtual  acaba de terminar la ruta. ¡¡Mierda, nos ha ganado!!
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| Y mi bici quedó así | 
Varios zigzagueos más tarde, algunas rotondas y más semáforos, llegamos a  la plaza de la Vicalvarada y sellamos nuestros carnets de ruta en el  bar La Escopeta. Son las 17:30 h. Después de todo no ha estado tan mal.  Han sido 200 kilómetros a unos 26 km/h de media, y aproximadamente una  hora y media sumando todas las paradas.
Desde luego, si no es por la compañía y la gran ayuda de Eduardo y Roberto, no lo habría conseguido. ¡¡MUCHAS GRACIAS, COMPAÑEROS!!.
EPÍLOGO.
La brevet de Vicálvaro ha sido muy esclarecedora para mí. El año pasado  no sabía por qué había empezado a aficionarme a esto de las brevets y el  ciclismo randonneur. Este año ya lo sé. Sigo sin saber explicarlo, pero  lo he sentido... y si alguien ha llegado leyendo hasta aquí, sólo  espero que pueda intuir algo, ya que los sentimientos son difíciles de  compartir y comprender. 
Quienes participan en marchas cicloturistas al  uso (yo mismo lo hago en muchas ocasiones) no pueden entender esta otra  forma de hacer ciclismo. Mis palabras les resultarán extrañas e  incomprensibles. Lo que más se parece a una brevet es otra brevet,  aunque todas son diferentes. Esta vez he sido disidente del seno del  Pakefte para vivirlo de otra forma junto con mis dos compañeros, pero  también añoro las brevets lentas con mi grupo, tampoco exentas de  aventura, como las antológicas de 300 y 400 kilómetros de la temporada  pasada. Seguro que haré más esta temporada, todas las que pueda...
Quienes participan en marchas cicloturistas al  uso (yo mismo lo hago en muchas ocasiones) no pueden entender esta otra  forma de hacer ciclismo. Mis palabras les resultarán extrañas e  incomprensibles. Lo que más se parece a una brevet es otra brevet,  aunque todas son diferentes. Esta vez he sido disidente del seno del  Pakefte para vivirlo de otra forma junto con mis dos compañeros, pero  también añoro las brevets lentas con mi grupo, tampoco exentas de  aventura, como las antológicas de 300 y 400 kilómetros de la temporada  pasada. Seguro que haré más esta temporada, todas las que pueda...-- 
 Jose Antonio Jimenez
http://dessafio.org
Todos los hombres mueren; no todos los hombres viven.(William Wallace)
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